El Discipulado a través de la Comunidad

Los Básicos Celulares

Por Joel Comiskey

2014

Tomado del capítulo 2 de Haciendo Discípulos en la Iglesia del Siglo Veintiuno

Jim tenía poco interés en seguir a Jesús, pero después de muchas conversaciones amistosas, él estaba finalmente listo para escuchar acerca de Jesús. Una noche, mientras hablaba en su casa, él incluso oró la “oración del pecador”. Sin embargo, yo no vi ningún cambio en su vida, y me pregunté si verdaderamente había nacido de nuevo. Él Mantenía su versión individual de cristianismo, y me decía que él era una persona muy reservada y que no le gustaba abrirse a otras personas. Después de muchos meses de sólo escucharlo y orar por Jim, sentí la necesidad de desafiar su falso pensamiento individualista. Yo le dije: “Aquellos que conocen a Jesús están dispuestos a que otros puedan pedirles cuenta. No se aferran a una religión privatizada y a su propia fe personal”. Mis palabras chocaron contra un muro. A Jim no le importó escuchar acerca de Jesús y estaba dispuesto incluso a “aceptar a Cristo”. Pero convertirse en un miembro responsable del cuerpo de Cristo estaba lejos, muy lejos de su mente o deseo. Jim, como tantos otros, se había hecho la idea de un cristianismo privatizado— Dios y yo.

Por el contrario, la obra de Dios no se ha completado en una persona hasta que el espacio personal y privado ha sido invadido, y él o ella están dispuestos a ser forjados en el yunque de la comunidad. El apóstol Juan dijo: “Pero si vivimos en la luz, así como él está en la luz, tenemos comunión unos con otros, y la sangre de su Hijo Jesucristo nos limpia de todo pecado” (1 Juan 1:7). Comunidad o koinonía (la palabra griega para confraternidad) se refiere a nuestra relación con Dios y nuestra relación los unos con los otros.

Koinonia es la confraternidad que tenemos con la Trinidad que debe ser practicada con otros creyentes. Una relación personal exclusiva con Dios es algo extraño para el cristianismo del Nuevo Testamento. Y aunque pueda ser algo extraño para el Nuevo Testamento, es bastante común en muchas iglesias. El autor y pastor, Tod Bolsinger, escuchó este mensaje individualista mientras crecía. Él escribe:

Lo que la mayoría de nosotros escuchamos en ese tipo de mensajes es que podemos tener una relación personal y privada con Cristo. Recuerdo al líder de la juventud haciéndonos una invitación y diciendo: “No hay nada a qué unirse, usted no tiene que ser un miembro de la iglesia. Se trata sólo de tener una relación con Jesús”. Y yo quería eso. No a la iglesia, pero sí a Jesús. Poco tiempo después de que comprometiera mi vida para seguir a Cristo, me compré una camiseta que decía “JC y yo”. Era una manera no tan sutil de compartir mi fe, y describía mi recién descubierta creencia de manera perfecta. Esta no era la religión de mis padres, no se trataba de una tradición o de un ritual, se trataba de “JC y yo”—un sentimiento que siempre suena bien hasta que empiezas a leer la Biblia. [i]

Observa la última parte de las palabras de Bolsinger, “un sentimiento que siempre suena bien hasta que empiezas a leer la Biblia”. Lo que podría sonar bien en una cultura individualista está muy alejado de la visión bíblica de comunidad. Con demasiada frecuencia hemos actuado como si no necesitamos la iglesia.

Incluso hay un movimiento hoy en día que dice: “Ama a Jesús; odia a la iglesia”. Creo que entiendo la motivación del movimiento por recuperar a las personas que han sido decepcionadas por una iglesia carnal. Sin embargo, su lema me repugna cada vez que lo escucho, porque tenemos que amar a la iglesia a pesar de sus deficiencias. Dios escogió a la iglesia para hacer discípulos. La preciosa novia de Cristo es el instrumento de Dios para ayudar a los creyentes a crecer en su santificación. Somos salvos por Jesús, pero luego somos moldeados a través de la comunidad en su iglesia para convertirnos en discípulos de Cristo

La reunión más grande que la mayoría de nosotros hemos llegado a experimentar el domingo por la mañana no facilita la comunidad como sí lo hace un pequeño grupo de tres a quince personas. Si bien ambas son necesarias, el poder de los grupos pequeños es reforzar y fortalecer la comunidad y ayudar a cada persona a desarrollar relaciones. La célula proporciona una estructura de rendición de cuentas más pequeña que permite que se desarrollen relaciones más profundas.

Llegar a ser como Dios

Cada persona de la Trinidad vive en perfecta armonía con los otros dos. Dios no es un llanero solitario, sino que se relaciona en medio de un grupo. Y puesto que el plan de Dios es hacernos semejantes a él (Romanos 8:29), su objetivo es moldearnos y transformarnos a través de los demás. Rodney Clapp escribe: “Estamos hechos a imagen de un Dios trinitario y comunal. Dependemos de los demás para nacer, sobrevivir, para ser enterrados y recordados. Vivimos y tenemos nuestro ser en la comunidad, no obstante cuan diminuta esta pueda llegar a ser”.[ii] Puede que sea ajena a las culturas individualistas, pero Dios y la Trinidad, desean moldearnos y formarnos para que seamos conforme con su naturaleza trinitaria.

Cuando Jesús estaba en la tierra él estaba constantemente diciéndoles a sus discípulos acerca de la unidad que tenía con el Padre y el Espíritu. También les pidió que demostraran ese mismo amor y unidad para que el mundo creyera. Le dijo a su Padre: “No ruego sólo por éstos. Ruego también por los que han de creer en mí por el mensaje de ellos, para que todos sean uno. Padre, así como tú estás en mí y yo en ti, permite que ellos también estén en nosotros, para que el mundo crea que tú me has enviado”. (Juan 17:20-21).

El plan de Dios para la Iglesia es claro en la oración de Cristo. Él desea que la Iglesia viva en unidad y que camine en amor, para que otros puedan confiar en él y creer al mensaje. Richard Meyers, investigador sobre la comunidad cristiana, escribe: “Dios no sólo se goza en la comunidad, modela la comunidad y construye la comunidad, sino que también Dios comanda la comunidad”.[iii] Dios modela la comunidad que quiere que nosotros sigamos. Al ir entendiendo quién es él, y el amor que viene de la Trinidad, le permitiremos que nos haga discípulos relacionales.

Los grupos pequeños ayudan en el proceso de discipulado viniendo a ser como la Trinidad, ayudando a los miembros a quitarse la máscara y a entrar en la vida del otro, permitiendo al mismo tiempo que el amor gobierne. Si una iglesia sólo se reúne en la reunión más grande, es más fácil que las personas permanezcan superficiales y que vivan en el anonimato.

Es difícil permanecer aislado en un ambiente de grupo celular. Ayer por la noche en mi propio grupo de vida para hombres, no tuvimos una experiencia perfecta. De hecho, fue complicado. Algunos hablaban demasiado. Otros hablaron muy poco. Pero la belleza del grupo fue la interacción que experimentamos como miembros del cuerpo de Cristo. Compartimos la vida juntos. Tenía una carga en mi corazón y necesitaba consejería, así que se los mencioné al resto del grupo. Me fui con una nueva perspectiva sobre la situación. Ellos continúan haciéndome rendirles cuenta. Crecí como un discípulo y continuaré madurando mientras camino con estos hermanos. Estoy sorprendido de lo mucho que crezco en el ambiente de la célula a través del intercambio honesto y abierto.

¿Ha notado cuántas veces la Biblia nos dice que debemos estar involucrados en la vida de los demás? De hecho, la frase unos a los otros aparece cien veces en el Nuevo Testamento y cincuenta y ocho de esas veces tienen que ver con relaciones entre creyentes y cómo cultivar esas relaciones. Algunas de las más populares son:

  • “Este mandamiento nuevo les doy: que se amen los unos a los otros. Así como yo los he amado, también ustedes deben amarse los unos a los otros. De este modo todos sabrán que son mis discípulos, si se aman los unos a los otros”. (Juan 13:34-35).
  • “Así como el Señor los perdonó, perdonen también”. (Colosenses 3:13).
  • “Por eso, anímense y edifíquense unos a otros, tal como lo vienen haciendo”. (1 Tesalonicenses 5:11).
  • “Más bien, sean bondadosos y compasivos unos con otros”. (Efesios 4:32).
  • “Ámense los unos a los otros con amor”. (Romanos 12:10).
  • “Sométanse unos a otros, por reverencia a…”. (Efesios 5:21).
  • “Por eso, confiésense unos a otros sus pecados, y oren unos por otros, para que sean sanados. La oración del justo es poderosa y eficaz”. (Santiago 5:16).

Hay muchos, muchos más. Los grupos pequeños son el ambiente en el que los primeros creyentes fueron formados y moldeados para practicar todo los que los anteriores versículos hablan. Stephen Macchia, presidente fundador de la Transformación de Liderazgo, escribe: “El discípulo saludable entiende que el tema de ‘los unos-a los- otros’ no es un asunto opcional para la vida cristiana. Son mandatos de Dios a su pueblo para la construcción de una comunidad. Su anhelo es que vivamos en tal vibrante comunidad cristiana que no podamos dejar de brillar en yuxtaposición a la forma en que otros viven en este mundo”.[iv]

Comenzar a trabajar con grupos pequeños no garantiza que se cree una comunidad; sin embargo, proporcionar un entorno propicio para que se desarrollen las relaciones espirituales y para que los discípulos practiquen bendecirse los unos-a los-otros según la Escritura y en el proceso crecer para ser como la Trinidad. Larry Crabb, prolífico autor y psicólogo, escribe:

Fuimos diseñados por nuestro Dios Trino (quien es un grupo de tres personas, que tienen una profunda relación entre sí) para vivir en relación. Sin esta relación morimos. Es así de simple. Sin una comunidad donde conocemos, exploramos, descubrimos, y nos tocamos el uno al otro, experimentaríamos el aislamiento y la desesperación que nos impulsaría en direcciones equivocadas, que corromperían nuestros esfuerzos por vivir de manera significativa y amando correctamente.[v]

La mayoría de nosotros en el mundo occidental tenemos dificultades con el tema de la comunidad. La buena noticia es que la Trinidad es la que nos está moldeando para ser más como él mientras nos relacionamos con los demás. Él está trabajando a través de cada miembro de su iglesia para darle cumplimiento a la Escritura cuando habla de los unos-a los- otros. Casi puedo escucharlo dando voces en el fondo, “¡Buen trabajo, Jim, estás trabajando en ese conflicto con Jake. No claudiques” o “No dejes de asistir al grupo, Tina, Linda necesita escuchar tu historia”.

Está claro por las Escrituras que Jesús nos pide que seamos parte de un grupo y que este es el medio que utiliza para que podamos crecer y desarrollarnos como sus discípulos. Necesitamos de la interacción con los otros para crecer como creyentes. Necesitamos los conflictos interpersonales que nos refinan y nos hacen más semejantes a Jesús. ¿Cómo vamos a responder ante el conflicto interpersonal? ¿Vamos a enojarnos? ¿Dejar el grupo? ¿O trabajar en el problema y llegar a ser más como Jesús?

Moldeado en el Fuego

Los discípulos fueron formados y moldeados en la comunidad a medida que aprendían juntos, reían juntos, y experimentaban conflictos juntos. Jesús sabía que sus seguidores tenían que profundizar lo suficiente como para quitarse sus máscaras y ser conocidos por los demás. Uno de ellos incluso mostró su verdadera cara de engaño y finalmente lo traicionó. David Watson escribe: “En la comunión abierta y frecuente con otros cristianos, podemos estar seguros de que estamos siendo sinceros al seguir a Jesús, y que no sólo estamos jugando juegos religiosos, sin importar qué tan acertada nuestra teología pueda ser. El cristianismo tiene que ver con las relaciones: con Dios y con los demás”.[vi]

Cristo reunió a doce discípulos y anduvo con ellos por tres años para demostrarles y enseñarles sobre el amor y la comunidad. Sus vidas fueron moldeadas y formadas juntas, y esta fiera formación de carácter se convirtió en el principal componente de su formación. En realidad, Jesús tuvo un gran reto para unir a un grupo tan diverso. Él reunió a los discípulos que eran temperamentales y que fácilmente se ofendían. A menudo se veían como competidores. No fue fácil para ellos lavar los pies del otro (Juan 13:14).

Alguien dijo una vez: “Es fácil averiguar si amas a alguien. Sólo ten un conflicto con esa persona, y a ver qué pasa”. Para amar de verdad, tendrás que superar tus rencores y pedirle a Dios su ayuda para practicar las características del amor mencionadas en 1 Corintios 13:4-7

El amor es paciente, es bondadoso. El amor no es envidioso ni jactancioso ni orgulloso. No se comporta con rudeza, no es egoísta, no se enoja fácilmente, no guarda rencor. El amor no se deleita en la maldad sino que se regocija con la verdad. Todo lo disculpa, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta.

Esas características sobresalen cuando las cosas se ponen difíciles. Durante mis seminarios a menudo recibo preguntas como, ¿qué pasa si tengo a alguien en mi grupo con quien no nos llevamos bien? ¿Qué debo hacer? o ¿Qué pasa si hay personas problemáticas en el grupo? Mi respuesta normalmente es algo así: “Por supuesto que tendrás gente problemática en tu grupo. Los conflictos en el grupo es algo normal. De hecho, el conflicto nos hará más como Jesús. Mientras le pedimos que nos dé amor y practicamos su perdón, nos convertimos verdaderamente en sus discípulos”.

En otra ocasión contesté una pregunta sobre la mejor manera de organizar grupos celulares para evitar el conflicto. Entendí la pregunta y me di cuenta que la intención era preguntar si estaba bien escoger el grupo “favorito” o “preferido”. Aunque no creo que debamos estar obligados a asistir a un grupo en particular, animé al que me preguntaba recordar que “No se trata de mi grupo favorito”, o de “pasar el rato con gente que me cae bien”. Le recordé que nos volvemos más como Jesús mientras le pedimos a Dios la fuerza para amarnos los unos a los otros y caminar a través del fuego con los demás.

Muchas iglesias celulares organizan sus grupos geográficamente, mientras que otros los ordenan en base a la homogeneidad. No hay una forma de hacerlo. Sin embargo, sí sabemos que cuando los miembros van de un grupo a otro para evitar el conflicto, no permiten que la Trinidad los haga conforme a su imagen.

Tenemos que permitir que los conflictos normales nos moldeen y nos den forma. Debemos abrazar esta idea. Dios nos está moldeando para ser como él, y parte de ese crisol es amar a las personas que son diferentes a nosotros. La meta es llegar a ser como Jesús, y lo hacemos a medida que trabajamos a través del conflicto, en vez de huir de él. El discipulado exige que pasemos por el fuego mientras pedimos a la Trinidad que nos moldee y nos forme para ser como Él.

El conflicto revela los valores ocultos del grupo, y las suposiciones que deben ser examinadas. Cuando las personas en el grupo saben que pueden expresar sus sentimientos, tanto positivos como negativos, su experiencia de grupo será genuina. Nuevos niveles de comprensión fluirán mientras el grupo suaviza sus diferencias. Alguien dijo: “El grupo que lucha juntos, permanece juntos”.

¿Cuál es la mejor manera de lidiar con la gente que se encuentra en conflicto? En primer lugar, reconocer el problema. Esconderlo sólo aumentará la duda entre los miembros. Todo el mundo sabe que está allí, ¿por qué ocultarlo? Usted podría decirle a un miembro que está enojado, “tengo la sensación de que estás molesto. Tenemos que hacer frente a esta diferencia de opinión”. El conflicto no se puede resolver hasta que sea reconocido y llevado a la luz.

En segundo lugar, hay que orar. Usted no resolverá el conflicto sin la oración convenida. Usted necesita orar por sabiduría y discernimiento.

En tercer lugar, habla en privado con la persona con la que te encuentras en conflicto. Yo sugiero que pidas permiso para iniciar la conversación acerca de un conflicto particular. Tú podrías decir: “¿Puedo compartir algo contigo?” Luego procede a compartir con la persona lo que está en tu corazón. También le puedes decir: “Cuando utilizaste sarcasmo para humillarme delante del grupo me sentí dolido y ofendido”. A medida que resuelves tus problemas con los de tu grupo, crecerás para ser más como Jesús, porque Jesús mismo dijo que debíamos hablar directamente a nuestro hermano cuando se presentara un conflicto.

Si el problema es entre tú y otra persona en el grupo, lo mejor es confrontar a la persona de forma individual, utilizando el propio modelo del Señor: “Si tu hermano peca contra ti, ve a solas con él y hazle ver su falta. Si te hace caso, has ganado a tu hermano” (Mateo 18:15). Si el problema es con el propio grupo, habla con el grupo. Recuerda que los conflictos no resueltos son un riesgo. Pocas cosas socavan a un grupo rápidamente, pero no como cuando varios miembros crecen en frustración los unos con los otros.

Dietrich Bonhoeffer es un gran ejemplo de alguien que no huía del conflicto. Por el contrario, corría hacia él. Él optó por regresar a Alemania en medio de la Segunda Guerra Mundial, sabiendo muy bien el peligro que afrontaba. Pudo haberse quedado en Estados Unidos, pero eligió, más bien, sufrir con sus hermanos alemanes. Bonhoeffer se dio cuenta que la verdadera respuesta espiritual a la sofocante dictadura nazi era la comunidad cristiana, donde reinaban la individualidad y el servicio voluntario. Incluso en medio de la impía obediencia a Hitler, un remanente de creyentes cristianos se unió para experimentar la comunidad Trinitaria. Bonhoeffer escribe de esta experiencia en Life Together: A Discussion of Christian Fellowship (La Vida Juntos: Una discusión sobre la Confraternidad Cristiana),

. . . el cristiano necesita a otro cristiano. . . . Él lo necesita una y otra vez cuando se desanima, porque por sí mismo no puede ayudarse sin contradecir la verdad. Necesita a su hermano, como el portador y proclamador de la palabra divina de salvación. Necesita a su hermano por el mero hecho de Jesucristo. El Cristo que está en su propio corazón es más débil que el Cristo en la palabra de su hermano, su propio corazón es incierto, el corazón de su hermano está firme.[vii]

Nos necesitamos los unos a los otros para ser más como Jesús a medida que crecemos a través del fuego de los conflictos, en lugar de huir de él. La mayoría de las personas huyen de los conflictos, pensando que será más fácil en otro lugar. La verdad, sin embargo, es que la hierba es rara vez más verde al otro lado. Los problemas siempre encuentran la manera de germinar en otras formas y situaciones.

No hay Lugar como el Hogar

Cuando una persona siente el calor del amor de familia y la seguridad, la sanidad fluye más libremente. Pienso en Tim, un nuevo creyente que cruzó por las puertas de la iglesia directamente desde la cárcel. Su esposa ya había estado asistiendo con sus hijos, y esperábamos con anticipación el día en que Tim aparecería. Ese día vino aproximadamente un año más tarde. Tim fue abusado de niño y nunca se sintió querido o deseado por sus padres. Fue rechazado en todas partes y anduvo de casa en casa y de padre en padre.

Tim comenzó a ir a un grupo de células y su transformación tardó un largo, largo tiempo. Recuerdo los días justo después de su salida de la cárcel cuando sus palabras y comportamiento eran de hecho muy ásperos. Sin embargo, hemos visto a Tim ser transformado ante nuestros ojos. A pesar de que había estado en iglesias anteriormente, nunca había experimentado el amor de una familia de hermanos— y hermanas que estuvieran dispuestos a hablar directa y abiertamente con él. Tim ha testificado en varias ocasiones en la reunión más grande que nunca conoció una verdadera familia, hasta su experiencia en un grupo celular. La comunidad tiene el poder de cambiar vidas.

“La familia de Dios” y “la casa de Dios” ambas expresiones se utilizan en el Nuevo Testamento para describir la iglesia de Cristo. Estas dos expresiones son las principales imágenes de la iglesia del Nuevo Testamento. Al escribir a Timoteo, Pablo se refiere a la iglesia como la “casa de Dios” (1 Timoteo 3:15). Él utilizó el mismo lenguaje cuando escribió a los cristianos de Éfeso (Efesios 2:19). En Gálatas 6:10, Pablo cambió el lenguaje ligeramente y se refirió a la iglesia como la “familia de la fe”. Las familias se preocupan unas por las otras. Trabajaban juntas. Se cuidan mutuamente. Se podría decir que, “se cuidan las espaldas”. Caminan la milla extra, ya que son parte de una comunidad que durará para siempre. Gilbert Bilezikian lo dice muy bien de esta manera:

La metáfora bíblica de la “familia” describe más adecuadamente como debe ser la iglesia —un grupo de personas, lo suficientemente pocas en número para sentarse en círculo, uno frente al otro y compartiendo la alegría y los beneficios de la unión. Cada iglesia que aspira a funcionar como comunidad debe crear una estructura de grupo pequeño a disposición de sus representados. [viii]

Dios escogió a las iglesias en las casas para reforzar la imagen de la familia en las Escrituras. El evangelio primero comenzó a transformar a aquellos en el hogar y luego continuó fluyendo a través de las líneas de la familia extensiva.

El concepto de familia encaja sistemáticamente con el mandato de Cristo de hacer discípulos. El ambiente familiar no es un fin en sí mismo. Más bien, una familia sana nutre, protege, aconseja, ama, dice la verdad, y luego envía a los hijos e hijas a formar nuevas familias. Los padres que no preparan a sus hijos para el futuro no quieren lo mejor para sus hijos, no están formando “miembros de familia sanos”.

Gerhard Lohfink, reconocido estudioso del Nuevo Testamento, escribe: “Jesús, efectivamente, demandó de sus discípulos que dejarán todo, pero no los llamó a la soledad y aislamiento. Ese no es el punto del discipulado. Él los llamó a una nueva familia de hermanos y hermanas, que es en sí una señal del Reino venidero”. [ix] Me gusta la forma como Lohfink combina el discipulado con la familia de Dios. En la realidad, la imagen de la iglesia como familia de Dios y como el llamado de Cristo a hacer discípulos tiene la misma intención en mente.

Mi esposa y yo deseamos que nuestras tres niñas se conviertan en adultas responsables y finalmente establezcan sus propias familias. Por supuesto, siempre las amaremos y serán bienvenidas en nuestra casa. Como familia, tienen los mismos derechos que nosotros tenemos. Cuando eran niñas pequeñas, nos ocupamos de ellas por completo. Sin embargo, no queríamos hacerlas dependientes de nosotros. Siempre hemos querido que sigan adelante y que lleguen a ser adultas responsables e interdependientes que dirijan sus propias vidas y destinos.

David Jaramillo, pastor y psicólogo, conecta el discipulado con la familia de una manera atractiva:

Cuando pienso en el discipulado, me viene a la mente la relación padre-hijo. De hecho, la palabra “disciplina” viene de la palabra “discípulo”, que significa “alumno”. Es decir, se necesita disciplina para hacer de nuestros hijos discípulos. Este es un proceso continuo que comienza a una edad temprana y que posteriormente cambia a medida que los niños crecen y maduran. En este sentido, nosotros (los padres) somos los maestros y los hacedores de discípulos, principalmente a través de nuestro ejemplo, en lugar de nuestras palabras.

Cuando se hace referencia al discipulado cristiano, se tiene que pensar en términos de relaciones, en lugar de un mero proceso de preparación. La relación de discipulado se transmite mejor a través del proceso de compartir la vida, que incluye las emociones, valores y experiencias. Para que esto suceda, tenemos que crear un ambiente familiar.

¿Cómo hacemos esto? La psicología familiar nos dice que todo padre debe nutrir y disciplinar. Un buen padre debe nutrir espiritualmente y emocionalmente a los niños. Y este alimento debe administrarse con palabras de cariño, admiración, seguridad, declarando vida, esperanza y bendición. Los niños deben saber que sus padres son accesibles y que están conscientes de sus necesidades espirituales y emocionales. Una buena crianza también incluye mucho tiempo de “juego”. Me refiero a compartir en un ambiente informal en el que es posible conocer y ser conocido. Ir al parque, hacer un picnic, ver una película son grandes ejemplos de este “divertido” ambiente informal. Estas son las maneras de fortalecer las relaciones y crecer en la vida cotidiana.

Por último, una buena crianza debe incluir corregir, y cuestionar las actitudes de modo que el carácter de Cristo salga a relucir y brille. Esto sólo es posible si los padres han ganado primero los corazones de sus hijos. La única corrección que hace un impacto duradero también debe ser acompañada por el amor (1Corintios 8:1).

Una vez escuché que hay que educar a los hijos como discípulos porque de esa manera crecerán y superarán a su maestro. La realidad es que los niños crecen, se van de casa, pero siempre serán afectados por las relaciones con sus padres. ¿Qué tipo de relación tienes con tus discípulos? [x]

La iglesia como familia cumple el plan de Dios para hacer discípulos y enviarlos a un mundo perdido y herido. Los discípulos como individuos deben funcionar como una comunidad, la familia de Dios.[xi]

Decir la verdad en la Comunidad

Pablo tenía a la comunidad cristiana en mente cuando escribió a la iglesia en la casa, en Éfeso, “Más bien, al vivir la verdad con amor, creceremos hasta ser en todo como aquel que es la cabeza, es decir, Cristo. Por su acción todo el cuerpo crece y se edifica en amor, sostenido y ajustado por todos los ligamentos, según la actividad propia de cada miembro”. (Efesios 4:15-16) La sanidad sobrenatural tiene lugar cuando los sanadores heridos (aquellos que han recibido el consuelo de Dios) hablan la verdad de Dios a los demás miembros del grupo de una manera humilde y sensible. La gente primero tiene que entrar en calor en el grupo pequeño antes de que ocurra la transformación. Los líderes sabios animan a los miembros del grupo a compartir honestamente y a orar los unos por los otros para experimentar la restauración y la sanidad.

Cuando Ted llegó al grupo celular, todo parecía normal. Sin embargo, su necesidad de una transformación emergió después de la lección sobre el perdón de 1Pedro 4:8. Él compartió su profundo resentimiento hacia un pastor, quien él creía le había violado a su hija. Ted se había aferrado a su amargura hacia este pastor, quien lo había dejado sin gozo y esclavizado. Esa noche la palabra de Dios llegó profundamente a su alma, y ​​Ted se dio cuenta que tenía que ser liberado de su amargura, tanto por su propio bien como para agradar a Jesucristo. Durante el tiempo de oración, Ted confesó su amargura, y los miembros del grupo oraron por él para que experimentara una transformación interior. Los miembros del grupo hablaron a la vida de Ted, compartiendo sobre sus propias batallas con la falta de perdón y la sanidad sobrenatural de Dios. Dios comenzó el proceso de liberación de amargura y resentimiento de Ted esa misma noche, y él salió de la reunión lleno de gozo y paz.

La iglesia es un hospital. Todo el mundo ha sido herido alguna vez. Nadie escapa al dolor de este mundo, y nadie experimentará una sanidad completa hasta la próxima vida. Lo mejor que podemos hacer es cumplir con nuestro rol como sanadores heridos, ofreciendo a otros el mismo alivio que otros ya han recibido.

Es por esto que exhorto a los líderes a no comenzar demasiado rápido con el estudio bíblico. Les animo a pasar suficiente tiempo con las peticiones de oración, las necesidades particulares que surjan durante la semana, haciendo preguntas para romper el hielo, o propiciando oportunidades para que la gente comparta a profundidad, oren por ellas, y permitan que otros sanadores heridos den palabras de aliento. Nos convertimos en discípulos al compartir en el viaje de la vida y al permitir que otros hablen la verdad en amor. Larry Crabb afirma esta verdad diciendo:

La gente común y corriente tiene el poder de cambiar la vida de otras personas. . . el poder yace en esa conexión, en esa profunda reunión cuando la parte más verdadera del alma de uno se junta con los escondrijos más vacíos que hay en el otro y encuentra algo allí, cuando la vida pasa de uno a otro. Cuando eso sucede, el dador queda más completo de lo que estaba antes y el receptor menos aterrorizado, finalmente ansioso por experimentar una conexión mutua aún más profunda.[xii]

Ministrar a personas comunes y corrientes heridas a través del ministerio de grupos pequeños fue la fuerza impulsora detrás del movimiento metodista del siglo XVIII que transformó a Inglaterra. John Wesley, el fundador del movimiento metodista, comprendió la necesidad que tenían los miembros de un grupo de rendirse cuentas a través de un compartir transparente. Era lo esperado de cada miembro del grupo pequeño que “hablara libremente y con franqueza sobre todos los temas desde sus propias tentaciones hasta los planes para el establecimiento de una nueva reunión en una casa o visitar a los afligidos”.[xiii]

Muchos creen que los pequeños grupos metodistas fueron fundamentales para salvar la Inglaterra del siglo XVIII de la anarquía y el desastre (la embriaguez y la anarquía estaban en su máxima expresión en la historia de Inglaterra, inmediatamente antes del avivamiento metodista). Los grupos metodistas no eran sólo para estudios de la Biblia, aunque Wesley animaba a todos los que le rodeaban a estudiar la Biblia y la doctrina. El énfasis estaba en practicar todo lo que las escrituras mencionaban sobre el tema de los unos-a los- otros y el fomento de la santidad y la espiritualidad a través de la comunidad cristiana. Wesley escribió: “¿Usted desea servir a Dios e ir al cielo? Recuerde que no se le puede servir solo. Por lo tanto, debe encontrar compañeros, o hacerlos: la Biblia no dice nada sobre la religión solitaria”.[xiv]

Nosotros, en la Iglesia del siglo XXI necesitamos aplicar las lecciones de la comunidad y el discipulado que fueron la piedra angular para el avivamiento Metodista en el siglo XVIII. Wesley se dio cuenta de que la transformación de la gente ocurrió en pequeños grupos que daban vida. Después de todo, Wesley no originó la estrategia de discipulado del grupo pequeño. Jesús lo hizo.

NOTAS

[i] Tod E. Bolsinger, It Takes a Church to Raise a Christian (Se Requiere de Una Iglesia para Criar a un Cristiano) (Grand Rapids, MI: Prensa Brazos, 2004), p. 71.

[ii] Rodney Clapp, A Peculiar People (Una Gente Peculiar) (Downers Grove, IL: Prensa InterVarsity, 1996), p. 194.

[iii] Richard C. Meyers, One Anothering (Unos a los Otros), Volumen 2 (Filadelfia, PA: Prensa Innisfree, 1999), p. 24.

[iv] Stephen A. Macchia, Becoming a Healthy Disciple (Convirtiéndose en un Discípulo Saludable) (Grand Rapids, MI: Libros Baker, 2004), p. 96.

[v] Como lo cita Randy Frazee, en The Connecting Church (La Iglesia que Conecta) (Grand Rapids, MI: Zondervan, 2001), p. 13.

[vi][vi] David Watson, Called and Committed (Llamado y Comprometido) (Wheaton, IL: Editoriales Harold Shaw, 1982), p. 30.

[vii] Dietrich Bonhoeffer, Life Together: A Discussion of Christian Fellowship (La Vida Juntos: Una Discusión sobre la Comunión Cristiana) (New York, NY: Harper & Row 1954), p. 23.

[viii] Bilezikian, Gilbert (2009-08-23). Community (Comunidad) 101 (p. 54). Zondervan. Edición Kindle.

[ix] Gerhard Lohfink, Jesus and Community (Jesús y la Comunidad) (Filadelfia, Pensilvania: Prensa Fortress, 1982), p. 42.

[x] David Jaramillo escribió esto en el blog de Joel Comiskey Group el 27 de febrero de 2013 (www.joelcomiskeygroup.com/blog_2/)

[xi] Michael J. Wilkins, Following the Master (Siguiendo al Maestro) (Grand Rapids, Michigan: Zondervan, 1992), p. 247.

[xii] Larry Crabb, Connecting (Conectándonos) (Nashville: Editorial Word, 1997), p. 31.

[xiii] David Sheppard, Built As a City: God and the Urban World Today (Construido Como una Ciudad: Dios y el Mundo Urbano Hoy) (London: Hodder y Stoughton, 1974), p. 127.

[xiv] Como lo cita Bruce L. Shelley, en The Church: God’s People (La Iglesia: El Pueblo de Dios) (Wheaton, IL: Libros Víctor, 1978), p. 34.