por Joel Comiskey, 2019
En el 2002, un niño de cinco años de edad llamado Carlos llegó al grupo celular de la casa de Marisol, una de los cientos de reuniones de grupos celulares de niños en los vecindarios a lo largo y ancho de San Salvador, El Salvador. A pesar de que era sólo un niño, Carlos era rebelde, perturba a los otros niños, y creaba el caos en el grupo. Marisol fue paciente y continuó invitando a Carlos al grupo, corrigiendo gentilmente sus problemas de disciplina.
Los otros niños le dijeron a Marisol que no invitara a Carlos porque su familia estaba involucrada en el crimen. Los padres de los otros niños también le advirtieron que, si Carlos continuaba asistiendo al grupo, ellos no les permitirían a sus hijos ir a la célula.
Marisol sintió que la conducta de Carlos era producto de su deseo de llamar la atención, por lo que decidió visitar a la familia de Carlos para saber lo que estaba sucediendo. Cuando llegó a la casa de Carlos, se enteró de que su padre lo había abandonado y que él había crecido con su madre, quien ahora se encontraba en la cárcel por robo. Carlos ahora vivía solo con su hermano mayor y otro niño de doce años de edad, quien era parte de una pandilla violenta. Marisol también se dio cuenta que Carlos tenía dos tíos que habían muerto en medio de la violencia de pandillas. Los vecinos dijeron que la familia de Carlos estaba bajo una maldición.
Marisol decidió apoyar a Carlos y continuó invitándolo a la célula. Algunos padres dejaron de enviar a sus hijos, queriendo evitar su exposición a él. Marisol continuó orando y ministrándolo, advirtiéndole a Carlos a no seguir el ejemplo de sus hermanos, sino a seguir a Jesús y la Biblia. Carlos finalmente recibió a Jesús como su salvador.
Poco a poco Cristo comenzó a cambiar a Carlos y mientras Marisol observaba esos cambios, le fue permitiendo dirigir partes de la reunión. A medida que él fue asumiendo más responsabilidad, su comportamiento cambió aún más. Mientras transcurrían los años, Carlos creció en la fe y su carácter se hizo más como el de Cristo. Con el tiempo, se comenzó a reunir en una célula juvenil y fue bautizado en agua. Carlos ahora tiene dieciocho años de edad, ama a Jesús, respeta a los demás, y se ha graduado de bachillerato, algo que ningún otro miembro de la familia jamás había logrado. Actualmente planea estudiar educación física en la Universidad de El Salvador con el objetivo de convertirse en un maestro de educación física.
Los niños como Carlos, están siendo transformados alrededor de El Salvador a través del ministerio celular de niños de iglesia Elim. Mario Vega, el pastor general de la iglesia, dijo: “Si los niños no son nuestro enfoque en el presente, la iglesia no tiene futuro”.[i] La meta de Elim es preparar a más personas como Carlos y cambiar la cultura de El Salvador en el proceso.
Los libros y seminarios abundan en la dinámica de grupos pequeños, en la multiplicación, la supervisión, la plantación de iglesias, y muchos otros temas sobre células. Sin embargo, el enfoque generalmente se centra en el ministerio de adultos y la discusión sobre niños es dejada a un lado—o no se discute en absoluto. Los niños son la mayoría silenciosa que no pueden defenderse, y a menudo son pasados por alto porque no son una fuente de ingresos o de liderazgo inmediato de la iglesia.