by Mario Vega
A few weeks ago I wrote about the differences between American and Salvadorian culture in relation to cell evangelism. Since then, I’ve been reflecting on this a lot. As a result of those thoughts, I can now add another element that I think is important.
Most houses in El Salvador are small and do not have interior gardens and much less exterior ones. The houses are huddled next to each other in a continuous succession. Moreover, the country’s climate is hot and having air conditioning is a luxury that few can afford. These conditions cause people to open their doors for better ventilation and a feeling of spaciousness when they get home. Many times a closed door means that there is no one home. An open door means that the family is present.
The “open door” has turned into a cultural norm in El Salvador. The individual who locks himself into the house with his family to enjoy his privacy is considered a strange person in El Salvador. In contrast, this is normative among Americans. Granted, there are middle and upper class families in El Salvador that like to preserve their privacy, but their percentage is low in comparison with the large popular sectors that keep their doors open.
This cultural condition has an impact on cell work because in the large popular sectors, cells rapidly multiply, while in the middle and high class sectors the work is much smaller and multiplication is much slower.
Obviously, a church has to adapt to the culture in which it finds itself. And I believe that every church can implement the habit of building rapport with other people, to lead a life of greater outreach to others, and to move the fellowship of the church’s cafeteria to the living rooms of the members. Although the pace of cell multiplication in some cultures is slower, the important thing is that the church is planting seeds, which over the years, will carry a rich harvest of salvation.
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Mario
Translation in Spanish
Casas de puertas abiertas.
Unas semanas atrás escrib sobre las diferencias entre la cultura estadounidense y la salvadoreña en relación con el trabajo de evangelización con células. Desde entonces, la idea se quedó dando vueltas en mi mente.
Como resultado de esos pensamientos, puedo ahora añadir otro elemento que me parece importante. La mayor parte de casas en El Salvador son pequeñas y no cuentan con jardines interiores y mucho menos exteriores. Las casas se apiñan una al lado de otra en continua sucesión. Además, el clima del pas es caluroso y tener aire acondicionado es un lujo que pocos se pueden dar.
Esas condiciones hacen que las personas, al llegar a casa, abran las puertas de sus casas para tener una mejor ventilación y una sensación de amplitud. Muchas veces una puerta cerrada significa que no hay nadie en casa. Una puerta abierta significa que la familia está en casa.
Pero, la costumbre se ha vuelto cultural y se considera extraña la persona que al llegar a casa se encierra con su familia para gozar de la privacidad de su hogar. Cosa que, por el contrario, es normativa entre los estadounidenses.
Existen en El Salvador familias de clase media y alta que s gustan de preservar su privacidad. Pero esto es en la menor cantidad de casos. En los grandes sectores populares rige la costumbre de mantener las puertas abiertas.
Esta condición cultural incide en el trabajo celular ya que en los grandes sectores populares las células se multiplican aceleradamente, mientras que en los sectores medios y altos el trabajo es mucho más pequeño y su multiplicación mucho más lenta.
Obviamente que para la iglesia sera una tarea difcil, largusima y al final quizá innecesaria el tratar de cambiar la cultura de los pueblos. Pero la iglesia s puede adaptarse creativamente a sus condiciones culturales. Una lnea de trabajo es la que, de hecho, ya se está implementando: el crear hábitos de relaciones con otras personas. Llevar una vida de mayor proyección hacia los demás. Mover la comunión de la cafetera de la iglesia a las salas de las casas.
Aunque el ritmo de multiplicación celular en el primer mundo sea más lento, lo importante es que la iglesia está sembrando un precedente que, con los años, llevará una rica cosecha de salvación.
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