by Mario Vega
In 1987, after several attempts to establish an evangelistic work with small groups in homes, I decided to launch a much larger new effort. This time, I was encouraged by the fact of having a little more information on how Pastor Cho´s Korean model operated.
I chose among the church ten brothers who I consider were more spiritually developed. All of them had already significant roles within the church. For several weeks I devoted myself to explain in detail the little I knew about the cell model, its results, and mechanics and how they would become the first leaders.
The brothers received with much pleasure and excitement the idea and none of them missed even one of the training sessions. At the end of the course we had dinner together, since we saw this moment as the one that would mark history in our city.
With the first ten trained leaders, I dedicated myself for another several weeks to teach the church about the adjustments we would make to work with cells. Without knowing it at that moment, we were taking steps for the transition of a traditional church to a cell church. We were serious this time and on our way with all the enthusiasm and commitment.
At the end of those weeks the enthusiasm in the church was so great that I thought that everything was ready… until the time to ask for the first homes to initiate the work came. As much as I insisted, it was not possible to complete the ten homes I needed for the first ten cells. I managed to find only nine houses. With great pity I had to apologize to one of the brothers who ended without a cell. But he was very sympathetic and waited until there was a home available.
All the effort was focused on the leaders. I hadn’t given any training course for hosts or done anything to motivate them. It was a mistake that hampered the initiation of the first ten prototype cells, as I had planned. I learned to never underestimate the important role of hosts.
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Mario Vega
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Blog in Spanish:
En 1987, después de varios intentos por establecer un trabajo de evangelización con pequeños grupos en casas, decid lanzar un nuevo esfuerzo mucho mayor. Esta vez, me animaba el haber obtenido un poco de más información de cómo operaba el modelo coreano del Pastor Cho.
Escog en la iglesia a los diez hermanos que consideré más desarrollados espiritualmente. Todos ellos tenan ya funciones significativas dentro de la iglesia. Durante varias semanas me dediqué a explicarles detalladamente lo poco que saba del modelo celular, sus resultados, la mecánica y cómo ellos se convertiran en los primeros lderes.
Los hermanos recibieron con mucho agrado y emoción la idea y ninguno de ellos faltó a una sola de las reuniones de entrenamiento. Al final del curso tuvimos una cena juntos, pues, lo veamos como un momento que marcara historia en nuestra ciudad.
Con los primeros diez lderes entrenados, me dediqué por otras semanas más a enseñar a la iglesia sobre las adaptaciones que haramos para trabajar con células. Sin saberlo en ese momento, estábamos dando los pasos para transitar de una iglesia tradicional a una iglesia celular. Esta vez bamos en serio e bamos con todo el entusiasmo y el empeño.
Al final de esas semanas el entusiasmo en la iglesia era tan grande que pensé que todo estaba listo… hasta que llegó el momento de solicitar los primeros hogares para iniciar el trabajo. Por mucho que insist no fue posible completar los diez hogares que necesitaba para las primeras diez células. Solamente logré encontrar nueve casas. Con mucha pena tuve que disculparme con uno de los hermanos que se quedara sin célula. Pero él fue muy comprensivo y esperó hasta que ubiese un hogar disponible.
Todo el esfuerzo estuvo centrado en los lderes. No haba hecho ningún curso de capacitación para anfitriones ni haba hecho nada por motivarles. Fue un error que me dificultó iniciar las primeras diez células prototipos, como lo haba planeado. Aprend que nunca se debe subestimar el importante papel de los anfitriones.
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